viernes, 15 de marzo de 2013

Otro Sinvergüenza Que Accede Al Trono Del Lupanar Romano

 
Bergoglio, de ideología fundamentalista y reaccionaria entre los miembros de la jerarquía católica, desde su cargo entonces como Provincial de la Orden de los Jesuitas, nunca se opuso a la terrible dictadura de Videla y nunca elevó ninguna protesta ni denunció los crímenes, las torturas, las desapariciones, ni las crueldades brutales de dicha tiranía. Por el contrario, según testimonios fiables, colaboró con los criminales militares de la dictadura: 
   
– “La opinión pública permanece indignada por el compromiso gravísimo de ciertos miembros del clero, como el cardenal Jorge Bergoglio de Buenos Aires, con la dictadura y los verdugos.” (Panorama Católico Internacional)

– El sacerdote católico Rubén Capitano, en el juicio que condenó a Von Wernich, planteó que “la Iglesia no mató, pero no salvó” y, concluyó su alegato diciendo: “debimos estar al lado de los crucificados y no tan cerca de los crucificadores”.

– El cardenal Bergoglio no tuvo reparo en sostener públicamente que “la Iglesia fue, es y será perseguida”. Semejante escalada de hipocresía no puede ocultar la colaboración que prestó la Iglesia a la dictadura. Las atrocidades cometidas por las autoridades del Episcopado argentino estuvieron en concordancia con la política del Vaticano, quien legitimó los crímenes de la dictadura en el plano internacional difundiendo el célebre slogan de Videla: “Los argentinos somos derechos y humanos”. (Asociación Laica de Argentina)

– Sin embargo, Verbitsky en su libro reproduce documentos según los cuales Bergoglio envió un informe sobre los presuntos “contactos guerrilleros” de uno de los sacerdotes que fue secuestrado y posteriormente expulsado del país.
La Iglesia argentina también le vendió a la Armada una isla ubicada en el delta de Buenos Aires, a 40 kilómetros de Buenos Aires, que fue utilizada como campo de concentración clandestino.
La isla perteneció al Arzobispado de Buenos Aires, que la bautizó “El silencio”, y la Armada la utilizó para esconder a decenas de presos políticos, cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) realizó en 1979 una inspección al país.” (La Nación, 27 de febrero de 2005)

– Las manos ensangrentadas de la Iglesia argentina
Entrevista con Horacio Verbitsky
Con su más flamante libro, “El Silencio”, el periodista Horacio Verbitsky se reafirma en su decisión de arrojar luz sobre quién fue qué durante la dictadura última. En él denuncia la complicidad del Vaticano y del grueso de la jerarquía de la Iglesia Católica Argentina con la dictadura militar y con sus métodos represores en aquellos tiempos de tortura y muerte. Es un libro que desmaleza la hipocresía de una jerarquía eclesiástica de manos no manchadas, sino cubiertas de sangre. Sangre que aún reclama justicia.

– El método que aplicó la dictadura para reprimir, ¿había sido consultado previamente con la jerarquía de la Iglesia Católica argentina?

– Sí. Hay muchos testimonios que lo dicen. El almirante Mendía, en reunión con los pilotos de la marina, explicó cómo debía instrumentarse la operación de tirar gente al mar. En esa reunión dice que es un método aprobado por la jerarquía eclesiástica, porque era una forma cristiana de muerte. Esto lo cuenta Scilingo…
– ¿La complicidad con la dictadura del hoy cardenal Bergoglio y del entonces monseñor Emilio Grasselli, es la mayor expresión de un vínculo de esa naturaleza entre dignatarios de la Iglesia Católica y la dictadura?

– Sí en lo que hace a la isla “El Silencio” (lugar de recreo del Arzobispado de Buenos Aires cedido a la marina para campo de concentración). Pero en un sentido más amplio, no… Un ejemplo de complicidad con los métodos en que se reprimió se dio en el Tercer Cuerpo del Ejército con comando en Córdoba. Ahí, los capellanes militares participaron en interrogatorios a detenidos y les decían, a modo de bálsamo, que el cardenal Primatesta había negociado con el general Benjamín Menéndez que se torturara sólo 48 horas y no más… ya que “más de 48 horas es vicio”, que esas 48 horas eran más que suficientes para obtener información.

– ¿Y que dijo el cardenal Bergoglio?

– Es un hombre muy culto y tuve buena relación con él, incluso en el libro agradezco su colaboración para conmigo. Pero Bergoglio tuvo la desgracia de que yo encontrara en la Cancillería la documentación que lo implica directamente con la represión en términos de complicidad terminante. Palmeaba a los sacerdotes con fuerte trabajo social y luego los denunciaba como subversivos ante los militares. ¡No inventé nada!… ¡Lo dicen los propios documentos oficiales de la dictadura!

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