viernes, 28 de febrero de 2014

Me Han Prostituido

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Alguna vez fui decente y de buena moral. Me lo dijo la propia señora; dirigiéndome a su encuentro, manifestándole reclamo, e invocando un poco de su presencia.
Nada locuaz, mostrándose: fría, simple, desaborida. Solo asentía, mucho balbuceaba; pero en realidad nada decía.

Como es habitual; se calla o le mandan callar. ¡Entendí! por tal; que se deja vender, se deja comprar, la violan y se deja violar. Perdió ante mí su poca dignidad, dejó atrás su decencia, sus nublados ojos cerró, abandonándose en sí misma y se prostituyó.

En un mundo donde el verdugo, el ladrón, el corrupto, el indecente; viste de gala, cena de lujo, camina por la calle alfombrada; los flashes destellan en sus caras duras pero bien maquilladas, los medios muestran de ellos su mejor cara… ¡Yo!, le recrimino, ¡le insto! su falta de ética; por su favoritismo, predilección y deslealtad.
¡Joder! Le digo: no es casual que a unos cubras de gloria y a otros les trates tan mal. Y para aquellos que de ti merecen clemencia, igualdad, ¡solo! esbozas indiferencia y sonrieres descarada. Sin pudor, decoro, ni vergüenza; pero cubierta de infamia e Inequidad. Perdida en ti, perdida la conciencia, sin sentidos, muerta yaces, te fuiste, ya no estas.
Para el de la cabeza de oro rodeada, el de sotana purpura ajustada, el de cuello blanco encajado, el de la maleta de fina piel forrada, el del dedo de hierro, el de látigo en mano que de asidero usa al hermano. ¡Para estos!.. Tus concubinos, tus cómplices; todo entorpece, lento es el camino, el tiempo confabula, el papel echa alas y vuela, desaparece, traspapela.

Pero ese hombre de bien, honrado, que suele trabajar arduo; sea cual sea su medio de sustento, que le cuesta llegar al fin de mes. El que crea la riqueza, dejándose la vida, dejándose la piel; pero ante su mínimo error... Altiva, orgullosa, erguida, con tu dedo frío señalas. No desvías la mirada, tu velo apartas, recuperas la fuerza, vuelves a la vida, recobras la conciencia, viene de repente la memoria: alzando el ceño, el decreto, el acta, el memorando; tu tono de voz acentúa, fluyen las palabras, el brazo la fuerza llena. Y el peso por ley más se acentúa, la balanza se inclina en su contra con mayor rigor y rapidez; tus sentidos recobran su lucidez.

Sin el menor reparo te digo: prostituta, sinvergüenza, vaga, perezosa, perniciosa y conchabada. ¡No te quiero!… Desdeñosa, insulsa, infame, inhumana y desalmada.

Wilcor.

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